"SOMOS ENANOS EN HOMBROS DE GIGANTES" (Bernardo de Chartres - S. XII)

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El género de las palabras.

En los últimos años se ha armado una tremenda alharaca debido al concepto erróneo de que la igualdad entre  los sexos debe trasladarse al idioma. 

Hace unos años un rector de un colegio invitaba a los padres de familia a una reunión de la siguiente forma. 

"Se invita a los padres de familia de nuestros alumnos a una reunión con los profesores en sus respectivos salones, para hablar sobre el rendimiento académico de sus hijos."

Después de que llegaran unas mal llamadas feministas, el mismo rector tuvo que corregir la invitación.

"Se invita a los padres y madres de familia de nuestros alumnos y alumnas a una reunión con los profesores y profesoras en sus respectivos salones para hablar sobre el rendimiento académico de sus hijos e hijas."

Y es que algunas personas han empezado a exigir que ya no se diga la "juez" sino "jueza",   ya no es "la comandante" sino la "comandanta".  Ya no se necesita una "ayudante", sino una "ayudanta".

Algunas mujeres y muchos hombres han enarbolado propuestas de cambios idiomáticos para hacer creer que están a favor de los derechos de la mujer.  Como si decir que "un edicto fue firmado por la señora juez municipal" fuera una ofensa al género femenino. 

Pero no quiero ser yo quien presente argumentos:  
a continuación les traigo un artículo de la escritora Rocío Velez de Piedrahita publicado en el periódico El Colombiano que trascribo a continuación.  


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ÉL DICE: ¡APÚRATE!; ELLA RESPONDE: ¡YA, YA VOY!

Por ROCÍO VÉLEZ DE PIEDRAHÍTA | Publicado el 21 de octubre de 2012.  El Colombiano


Sigue creciendo la moda de empeñarse en decir todos los sustantivos que se refieren a personas, en masculino y en femenino.

El resultado es un prolongamiento innecesario de frases que serían cortas y claras; o como aconsejó un abogado a una clienta, antes de entrar a un alegato judicial: "no aclare que eso obscurece".

El complejo gramatical femenino está complicando el idioma y dificultando la expresión sosegada, relajada.

Aún recuerdo a un presidente de México que para saludar al Papa se atracó en que lo querían saludar los mejicanos y las mejicanas, los niños mejicanos y las niñas mejicanas, los jóvenes y las jóvenes, los ancianos y las ancianas, y el discurso no salía de ahí y el Sumo Pontífice miraba respetuoso, pero atónito.

Recibí un mail de una profesora ya mayor, sobre este tema y entresaco ejemplos suyos, con algunos míos.

Se detiene en el complejo femenino que quiere feminizar todas las expresiones y palabras. Según esta corriente, una tremenda feminista para decir que está lista, y ya va, no dice "yo ya voy", sino "ya, ya voy".

La profesora aclara que en castellano hay participios activos: el de atacar es atacante, el de salir saliente, el de cantar, cantante. Sea hombre o mujer.

El participio activo del verbo ser es 'ente', que significa el que tiene identidad, el que es; por eso al nombrar al que tiene capacidad de ejercer una acción se expresa el verbo y se añade la terminación ente, sea hombre o mujer: no se dice presidenta sino presidente, no se dice estudianta sino estudiante, y así con paciente, dirigente, residente y no pacienta, dirigenta y residenta.

Como no tienen el complejo de exigir o en vez de a, - disque porque eso es segregar, desdeñar...- los hombres no pretenden que se diga dentisto, poeto, sindicalisto, pianisto, contratisto, taxisto, artisto, periodisto, trompetisto, violinisto, electricisto, policío, ni machisto.

Tampoco se molestan -¡ni siquiera lo notan…- que los sustantivos que indican grupos humanos sean en su mayoría femeninos: la gente, la multitud, la población, la plebe, la oligarquía, la infancia, la vejez, la comunidad, la feligresía, etc. etc.

Algunos grupos de animales van en femenino: la manada, la bandada, y en cuestión de animalitos pequeños, insectos, los hay que ni siquiera tienen masculino.

Debe haber cucarachos, y hormigos, y araños, puesto que se reproducen, pero no he visto nunca un aviso de insecticida que se anuncie como exterminador de pulgos.

¿Por qué no podemos seguir usando el idioma como lo usó Cervantes? ¿O más cerca, Carrasquilla? ¿O todavía más cerca, algunos de nuestros buenos escritores actuales?

Para demostrar la confusión que trae esta obsesión por decirlo todo en femenino y en masculino, el mail que recibí termina diciendo que no es lo mismo tener "un cargo público" que ser "una carga pública".


Hasta la próxima semana. 


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